Sunday, December 17, 2006

EL 2007 COMIENZA CON UNA GRAN HISTORIA


Starbucks Coffee, Editora Mesa Redonda y Zeta Bookstore, convoca al público en general al concurso de cuentos “2007 palabras”. Los premios para el primer, segundo y tercer puesto son de US$ 1 000, US$ 500 y US$ 200, además de vales de compra en Zeta Bookstore y canastas con productos del Starbucks Coffee.

Es necesario comenzar el 2007 con una gran historia en la que todos seamos parte importante.
Es por esta razón que Editora Mesa Redonda, Starbucks Coffee y Zeta Bookstore, con el deseo de promover la creación literaria más allá de los niveles del mercado ha decidido organizar el concurso de cuento “2007 palabras”.
Este concurso pretende —con esta, su primera edición—, establecerse como un premio que logre convocar gran cantidad de participantes, es así que se ha determinado para el ganador el primer puesto la suma de US$ 1 000.00, US$ 500.00 para el segundo y, para el tercero, US$ 200.00, además de vales de compra en la cadena de librerías Zeta Bookstore y canastas con productos de Starbucks Coffee.
Siendo conscientes de la importancia de que este concurso quede establecido de aquí en adelante, y demostrar que el proceso de selección será riguroso y transparente, se cuenta con la participación de un Jurado Calificador conformado por escritores de generaciones diferentes, probos y, cada uno de ellos, con una trayectoria literaria relevante dentro de las letras nacionales. Antonio Gálvez Ronceros, Jorge Eslava y Miguel Ildefonso, son las tres personalidades que estarán a cargo de la selección de los cuentos que se adjudicaran cada uno de los premios.
La temática es libre y la extensión máxima de los cuentos entregados no deberá exceder las 2007 palabras. La fecha de entrega de materiales vence el 28 de febrero del 2007, haciéndose público el fallo final el día 30 de marzo del 2007, día en que se llevará a cabo la ceremonia de premiación.La entrega de los cuentos se podrá realizar en los locales de Zeta Bookstore y Starbucks Coffee a nivel nacional. Las bases del concurso estarán a disposición del público en general en las siguientes direcciones: http://www.starbucks.com.pe, http://www.zetabook.com y http://www.2007palabras.blogspot.com, además de poder recogerse material informativo en cada uno de los locales de las empresas patrocinadoras.

Friday, December 01, 2006

Ricardo González Vigil acerca de El mascarón de proa (José Güich)

En el diario El Comercio del día 30 de noviembre, Ricardo González Vigil publica un comentario acerca de El mascarón de proa, de José Güich Rodríguez (Mesa Redonda, 2006).

Año sabático (2000) mostró las dotes de José Güich Rodríguez (Lima, 1963) para la literatura fantástica. En mérito a ello lo incluimos en nuestra antología El cuento peruano 1990-2000 (publicada el 2001).

Ahora El mascarón de proa confirma su talento fuera de lo común, y brinda ocho narraciones más admirables que las de su primer libro, en tanto sus tramas son más desarrolladas (la mayoría ostenta complejidad de escenas y tiempos que sobrepasan la brevedad del cuento en la ruta de la novela corta) y con espejeos más originales, a la vez que su prosa ha ganado en riqueza verbal y recursos narrativos, con un acabado que justifica la apreciación de la contracarátula: "su sorprendente imaginación ha encontrado la vía de desarrollo en una laboriosa arquitectura literaria".

Esa "laboriosa arquitectura" hace suya la herencia de los grandes maestros de la narrativa fantástica, comenzando por Poe y el interés romántico por los sueños y los desdoblamientos hasta la lección medular de los argentinos Borges, Bioy Casares y Cortázar. A modo de ejemplo, en el caso de Poe, señalemos el relieve concedido al debate entre la lucidez y la cordura: "estoy seguro que debió existir una frontera, una línea divisoria entre la cordura y el desvarío, una marca invisible para la cual no fui preparado" (pp. 168.169). Empero, la reelaboración más frecuente es la que hace Güich de la predilección de Borges y Bioy Casares por un tiempo que se bifurca en historias paralelas (con diferencias mínimas, pero significativas): los notables "Paisaje con hombre que corre" y "El veterano", y los angustiantes "La bailarina de La Perla" y "Zelote".

Aunque el magisterio más observable sea el de Borges (patente en las frases sentenciosas, particularmente el final de los textos), felizmente la sensibilidad de Güich es menos cerebral y libresca, con lo cual el tono de sus páginas posee matices propios, más cerca en todo caso a la libido y/o el morbo tanático de Poe, Bioy Casares y Cortázar. Las muestras más radicales e intransferibles son "Los días verdes", "Onirolalia" y "El mascarón de proa".

Añadamos que, además de narrador de talento, Güich es un crítico literario relevante. Este año, junto con los poetas Luis Fernando Chueca y Carlos López Degregori, ha plasmado un estudio imprescindible: En la comarca oscura (Lima en la poesía peruana 1950-2000).

Ricardo Gonzáles Vigil

www.elcomercioperu.com.pe/EdicionImpresa/Html/2006-11-30/ImEcLuces0624314.html

Saturday, November 25, 2006

Durante la presentación de Hotel Lima

Con lleno total, el jueves 23 de noviembre, en Dédalo –arte y artesanía–, se llevó a cabo la presentación de la novela Hotel Lima, de Miguel Ildefonso, bajo el sello Mesa Redonda.
Los comentarios estuvieron a cargo del narrador José Güich Rodríguez y del crítico literario Javier Ágreda, quienes rescataron no solo la calidad de la última publicación de Ildefonso sino también su larga trayectoria, siendo considerado una de las voces más importantes de la poesía de la generación del 90.
Al evento se dieron cita amigos del escritor y de la casa editora así como público en general. Cabe destacar la presencia de escritores de la talla de Antonio Gálvez Ronceros (quien le cede unas palabras a Ildefonso en la contratapa del libro), Alonso Cueto, Fernando Ampuero, Guillermo Niño de Guzmán y la del poeta José Pancorvo.
El artista Enrique Polanco, quien con Eros y Tánatos le pone rostro a esta reciente publicación, desde temprano se hizo presente en este evento que también, al igual que la novela Hotel Lima, fue concebido como un homenaje a la obra y a la vida del gran pintor puneño Víctor Humareda.


Hotel Lima estará de venta en las principales librerías de Lima y provincias desde el martes 28 de noviembre del presente año.

Imágenes: 1.- Antonio Gálvez Ronceros y Miguel Ildefonso; 2.- El autor de Hotel Lima acompañado por una de las simpáticas asistentes al evento, Enrique Polanco, Fernando Ampuero y Guillermo Niño de Guzmán; 3.- Ildefonso, Sandra López, Alonso Cueto y Juan Miguel Marthans B.; 4.- Miguel Ildefonso y José Pancorvo.

(Fotografías: Dalia E.)

Thursday, November 16, 2006

Presentación de la novela Hotel Lima, de Miguel Ildefonso

Este 23 de noviembre a las 7:30 p.m. la Editora Mesa Redonda presentará en la galería Dédalo (Sáenz Peña 295 - Barranco) la novela Hotel Lima, de Miguel Ildefonso.



En la portada: Eros y Tánatos de Enrique Polanco.

Sunday, November 12, 2006

La chica más fea del mundo - Miguel Ildefonso

"La chica más fea del mundo" es un extracto de Hotel Lima, novela de Miguel Ildefonso que será publicada a fines de noviembre del presente año bajo el sello Mesa Redonda.


Me senté en una banca de la avenida Colmena —la avenida del cloro eterno, la llamaba un joven poeta al que conocí y que se mató arrojándose a un tren en Buenos Aires—. Estaba ebrio, sentado en esa banca, tranquilo, deleitándome con el suceder de las cosas entre los noctámbulos, insomnes como yo; quizás muy dentro de mí deseaba caer en ese devenir absurdo (siempre he tenido esa tendencia). Los minutos pasaban tranquilos hasta que una chica hizo su aparición. Primero sentí su presencia detrás de la banca, luego sus pasos en círculo, finalmente se situó frente a mí. Contra todo lo que se dice, yo no soy una persona demasiado huraña, por eso no me molestó que ella me tapase la visión sórdida de la avenida. Levanté la mirada y me sorprendió lo que vi. Era la muchacha más fea que había visto en mi vida. Sin decir nada, lo primero que hizo fue invitarme un cigarrillo. Lo recibí atraído por alguna extraña fuerza, estupefacto. Me lo puse delicadamente en la boca, sin quitarle la mirada a ese rostro verdaderamente grotesco. Luego ella sacó una caja de fósforo y lo encendió. Noté que tenía vellos largos en el dorso de la mano. Temerosa la muchacha, que tendría como unos veintidós años, se sentó a mi lado. Su pelo negro, grueso y sucio, se le caía por la cara. ¿De dónde habría salido esta criatura?, me preguntaba desde el fondo de mi borrachera. ¿Algún demonio, aún desconocido para mí, me la habrá mandado?, pensaba, tratando de buscar una explicación.

Dos gordos y secos labios se movían ante mi absorta mirada. Todo había estado normal aquella noche; aunque aún no veía a las patrullas rondar a las prostitutas ni escuchaba ninguna de aquellas misteriosas explosiones que hacían remecer los edificios. Todo seguía dentro de lo normal para mí, hasta que la muchacha me invitó a su cuarto. Allí tengo un buen trago para ti, me dijo con voz sensual, algo ronquita y susurrante. Entonces caminamos rumbo a la parte más oscura del centro de la ciudad. Era una vieja casona a punto de desplomarse. Efectivamente, en aquel cuarto, que desde afuera parecía pequeño, tenía una botella del mejor anisado. “Toma, ya sé que te gusta esta miel, ¿verdad?”, me dijo con esa inexplicable voz seductora. En las paredes tenía pegados muchos recortes de periódicos con las fotos de los poetas y escritores que había adorado en mi juventud: Baudelaire, Rimbaud, Joyce y muchos más, que se perdían por los rincones más oscuros de aquella habitación; una habitación, en realidad, y pese a su precariedad, acogedora. Tenía también un cuadro colgado justo donde llegaba la luz de la luna llena que entraba por la ventana: un retrato al óleo de Fernando Pessoa.

En un rincón de la habitación se encendió la luz de una lámpara a queroseno. La lámpara estaba sobre una mesa atiborrada de libros viejos y empolvados. Había más libros por el suelo, formando torres vetustas, como una Lima en miniatura. La cama no era más que un colchón tirado en la orilla de esa luz. Sin más miramientos, me senté en el filo del colchón para beber cómodamente. La muchacha, que se había estado desnudando en silencio mientras yo revisaba el lomo de un libro, se tendió a mi lado y, luego de unos sorbos más del pico de la botella, hicimos el amor.

Vi que quedaba la mitad del anisado en la botella. Mientras bebía empecé a odiar esa lámpara que hacía inevitable ver aquel cuerpo desnudo, lleno de granos, pelos y manchas con protuberancias. De pronto ella soltó algo realmente inesperado, que no supe si tomarlo a broma: “Quédate a vivir aquí”, me dijo, felizmente ya no recuerdo con qué voz expulsada de aquel inefable cuerpo. Puedes dedicarte únicamente a escribir, me decía susurrándome al oído, pasando suavemente las yemas de sus dedos sobre mi pecho. Me di cuenta de que lo que estaba haciendo con la mano izquierda era aquello que hacen las parejas que se aman: sí, cariñitos. Y ella recostada entre mi brazo y mi pecho. No, ella no estaba borracha. Yo sí. Aunque tal vez sí lo estaba, porque siguió hablando: “Yo me encargaré de que estés tranquilo. No te quejarás por nada. No te faltará nada”, seguía diciéndome la fea más fea del mundo, de la Vía Láctea y de todo el Universo.

Después de un breve silencio, el cual creí que había venido más bien por mi indiferencia, Rosa (así me dijo que se llamaba la desdichada) empezó a contarme de su organización. Una organización secreta de poetas que, entre sus actividades clandestinas, estaba la de hacer detonar bombas por diferentes sitios de la ciudad en horas de la madrugada. Efectivamente, aquellas misteriosas explosiones, ni más ni menos. Digo misteriosas porque se sabe que los que las hacían no dejaban lemas políticos pintados en las paredes ni arrojaban volantes sino, como todos conocemos, dejaban escrito en la vereda unos versos de origen desconocido. Con la mayor naturalidad y convicción me dio una serie confusa de argumentos y teorías en que se apoyaba la llamada No-Propuesta Poética de su organización. Me dijo que estaban llevando a cabo un plan infalible. Llena de emoción, decía que el movimiento (era el otro término que utilizó) había crecido en poco tiempo, que ya había empezado a cruzar las fronteras del país y que, al ritmo que iba, para el inicio del nuevo milenio ya tendría miles de integrantes, adherentes y aliados repartidos en todo el mundo. Por supuesto, no le creí nada.

Para mi desgracia, ya no quedaba ni una gota de licor en la botella. Después de recalcarme que lo que ella me pedía no era pertenecer a su grupo ni que era necesario adherirme a la NPP, o sea a la No-Propuesta Poética, sino que tan sólo me quedara a vivir en su cuarto, Rosa se quedó dormida con la boca abierta, panza arriba, roncando. ¿Me voy?, pensé en ese momento. Es mi oportunidad de abandonar a la bestia. ¿Qué demonio infeliz me la habría puesto en el camino? Me vestí y salí tranquilamente. No sé si el chillido de la puerta la habría despertado. Era fea, pero no estaría tan loca como para creer que me quedaría. Nunca había conocido a alguien semejante, pero tenía un aire que la hacía familiar. De alguna manera —pensé, busqué una explicación—, Rosa era una de las manifestaciones absurdas de mis pesadillas que se daban cada cierto tiempo en la realidad. Afuera, la noche era clara y silenciosa como un cristal que daba miedo que en cualquier momento se pudiera romper. Aún borracho, caminé varias calles bajo la luz de los postes. De Rosa ya apenas quedaba un ligero olor entre rancio y flores muertas que desapareció finalmente al llegar a la torre más alta de Lima. En verdad estaba más que cansado cuando llegué allí, bajo esa enorme mole de concreto, cansado de seguir escribiendo por impulsos ciegos, cansado de beber licores baratos, cansado de mí. Me acurruqué en la puerta metálica de un banco, sobre unos cartones que alguien había dejado. No sé cuánto tiempo faltaba para que amanezca, no quería caminar más. Sólo quería dormir, aunque sea un rato.

Al día siguiente de aquel suceso, cuando el sol rojo caía en el horizonte de mi ventana, me encontraba buscando entre mis papeles viejos unos textos que durante años tenía guardados en unos cajones. Eran textos que escribí en una juventud sana y llena de esperanzas, cuando era el escritor joven y prometedor, con dos primeros libros galardonados que me catapultaron inmediatamente al parnaso literario. No los pude encontrar por ninguna parte. Me di cuenta también de que habían desaparecido unos papeles que guardaba en el baúl heredado de mi padre. Eran poemas, relatos y novelas inéditas o inconclusas, proyectos truncos o ampliamente desarrollados, corregidos, pero todos rechazados por los editores que, ya antes de entrar en esta larga etapa solitaria y disipada de mi vida, se habían vuelto en mi contra. Mis ex lectores y ahora críticos, al tratar de explicarse mi leyenda, se dividen entre los que creen que todo se debe a mi dipsomanía, a la que llegué más por mis convicciones morales o, mejor dicho, amorales, y los otros, los que piensan que simplemente mi genio se acabó.

Pese a todo, curtido por la fatalidad, ya acostumbrado a ir perdiéndolo todo de a pocos, o a veces de un porrazo, ¡un asalto en alguna esquina!, yo seguía mi vida como hace tanto tiempo la venía haciendo: solitario, embriagándome, ajeno a estas pérdidas, alimentando con todo tipo de licores, en el mundillo literario —y desde lejos “marginal”, como dicen—, mi vieja leyenda de gran escritor maldito. Día tras día, al volver al cuartucho del Hotel donde vivía desde hacía décadas, constataba, sin apasionamientos, sin rencor, con dignidad, las desapariciones de mis manuscritos. Hasta las pocas cosas que estaba escribiendo en los últimos tiempos empezaron a desaparecer. Se había convertido en algo cotidiano. Sucedían de noche, cuando yo salía más. Poco a poco se fue haciendo tan “normal” que ya me había acostumbrado. En realidad no me importaba, porque desde hacía tiempo ya no me importaba lo que escribía ni el para qué. No sé si sólo por inercia lo hacía, o por un viejo instinto irracional educado por un inútil talento. Es verdad, aunque parezca algo lejano a mi naturaleza de escritor, ya no me preocupaba el destino de mis papeles. Es por eso que si me encuentro en un bar —el Cordano, el Queirolo, el Pizzelli o el Superba— y me viene algo a la mente, lo escribo en la servilleta que tengo a la mano. Si el mozo, al recoger mi taza, se lo lleva, es mejor para mí, así no tengo nada qué cargar, y es mucho mejor aún si lo arroja al tacho.

Por ahí, en una plaza, en la puerta de los bares, en plena calle, aparecen a veces algunos jóvenes periodistas que, luego de haberse enterado de que todavía no he muerto, tratan de entrevistarme, o bien se trata de algún joven poeta que ha estado siguiéndome con timidez y que quiere pedirme algún consejo. Yo los rechazo, les digo amablemente que hace tiempo no escribo nada y que si, por favor, me pueden dejar en paz. No leo las páginas culturales de los periódicos, no me interesa las novedades literarias del país o de afuera.

Entonces, como les cuento, yo seguía mi vida, así como ustedes juzgarán, y con estas desapariciones que no me afectaban para nada, hasta que hace unos días, deteniéndome en un puesto de periódicos, como suelo hacer cuando me llama la atención la foto de alguna vedette desnuda en la portada o en la contraportada, vi en un diario la fotografía de Rosa ¿Cómo podía olvidar aquel rostro magullado por la adversidad? Bajo ese cruel retrato estaba escrita la noticia de su muerte efectuada por las fuerzas del orden en medio de un enfrentamiento armado ocurrido a primeras horas de la noche anterior.

¡Qué locura!, ¿no creen?, hasta ahora no me entra a la cabeza; pero, claro, es lógico para ustedes, pero para mí no: por unos viejos papeles míos que habían estado desapareciendo de mi cuarto, que ahora han encontrado ustedes entre las pertenencias de aquella desdichada muchacha, ¡creer que yo soy el líder de esa secta de fanáticos! Por favor, no jodan. Con esto pongo punto final a mi intervención en esta historia tan disparatada. Me quita tiempo. Ando buscando en estos días el punto preciso del sabor de un pollo al curry con toques de páprika, ají amarillo y chirimoya. Como podrán advertir, ando muy ocupado. Por favor, déjenme tranquilo. Ya no me jodan, ¡carajo!


(Fotos: Dalia E.)

Friday, November 10, 2006

Revista Mesa Redonda


El octavo número de esta revista de distribución gratuita viene recargado. Por un lado tenemos un coloquio sobre el casi mítico bar Palermo, donde participan Oswaldo Reynoso, Evalina Gayoso, Esperanza Ruiz y Manuel Velázquez Rojas. También hay un texto de Jaime Higa sobre el post punk ochentero, y un cuento de Miguel Ildefonso, que forma parte de su próximo libro, Hotel Lima.
En poesía encontramos algo interesante: un texto del poeta y periodista Diego Otero; mientras que en la sección de reseñas José Güich, Carlos Maza, Carlos Wertheman y Jorge Eslava examinan las publicaciones más recientes. Mención especial para las caricatura de mi pata Cherman, a quien no veo hace un kulo de años (para entrar en el estilo Cherman). Buen número.

Nota tomada de www.luzdelimbo.blogspot.com (Víctor Coral)

Friday, November 03, 2006

Crónica de un viaje desde en hacia hasta — Jorge Piqueras


Desde su título, Crónica de un viaje desde en hacia hasta nos enuncia un recorrido inusual. Escrito en tres tiempos, o más bien, en tres instancias de un mismo momento inmóvil —un mismo estado de ánimo que no es otra cosa que el definitivo e inevitable territorio interior en el que se desenvuelve el lado más oculto de nuestras vidas—, estas páginas no pretenden ser ni literatura, ni arte. Poesía, quizás sí, pero no intencionalmente, sino más bien como resultado… como la exudación de una materia recóndita, el latido apenas perceptible de una naturaleza latente, el efluvio incontenible de una verdad destapada…
La Crónica… de Jorge Piqueras no es una invención ni creación, es la manifestación de una manera de ser, la expresión de una condición fundamental e inherente; la exteriorización de recuerdos, temores, ternuras, odios, fantasmas y certezas que habitan en terrenos poco explorados por la mayoría de los seres. ¿Acto de coraje, o de desfachatez?, ¿de ironía, o de hiriente sinceridad? Depende del lector decidirlo.

Jorge Piqueras (1925), desde muy joven, sintió una ineludible vocación por las artes plásticas, con todo lo que eso conlleva. Viaja a Europa en 1949 y se establece entre París (Francia) y Pietrasanta (Italia), y pasa sus veranos en España. Desarrolla y exhibe su obra en importantes galerías y museos europeos. Retorna brevemente al Perú, entre 1952 y 1956. En 1975 comienza a trabajar como fotógrafo para las grandes revistas europeas. En 1988, retorna al Perú, en donde vive desde entonces —con un largo paréntesis, de 1993 a 1998 en Roma—. Su ocupación plástica ha sido compartida, de forma permanente con una intensa actividad intelectual, incluyendo incursiones frecuentes en la escritura.

Thursday, September 21, 2006

Call-Girl. Armando Echeandía Luna.

En el año 2002 la economía argentina llega a un punto crítico y parta muchos la vida se hizo insostenible. Este es el ambiente que se presenta como el punto de partida de Call-Girl.
Natalia, protagonista de esta novela, se ve acorralada y obligada a tomar la decisión más importante de su vida, y en todo momento reta al destino que ella irá tallando con cada uno de sus actos.
Miedos que acechan como fantasmas en una habitación y un pasado que debe ser oculto, ya que la verdad a veces tiene un precio muy elevado, son los elementos con los que el autor elabora esta cautivante novela.
Armando Echeandía es el primer representante de la novela management en el Perú, por lo que en cada una de las páginas de Call-Girl no solo encontrará una historia de amor sino también una serie de interesantes casos en los que los personajes pondrán a prueba su destreza.

Armando Echeandía: Nació en Lima en el año de 1948 y pasó su infancia en Barranco. Es marino e ingeniero electrónico, así mismo se ha dedicado durante muchos años a la docencia en prestigiosas universidades y escuelas de negocios. Actualmente, se desempeña como empresario y consultor administrativo de las principales entidades públicas y privadas, experiencia que la transmite a lo largo de su obra. Call-Girl es su primera novela y en ella pone de manifiesto un uso ágil y directo del lenguaje, sumiéndonos en una lectura vertiginosa.

Thursday, March 30, 2006

El mascarón de proa. José Güich Rodríguez.


Entre las decenas de derivaciones por las que ha transitado el cuento desde que Edgard Allan Poe lo acuñará como género, no ha sido la fantástica la más frecuente entre los escritores latinoamericanos. Más comunes son las narraciones con sorpresas de la vida cotidiana, los planteamientos de filosofía profunda en forma de acertijo, el interiorismo, la historia o la psicología sobre las rodillas, que en muchos casos se sentirían mejor dentro de una novela o un ensayo. Pero lo fantástico, después de haberlo reinventado Borges, encontró su medida exacta: el cuento, estuche portátil de lo inexplicable.
El mascarón de proa, más que un acercamiento a lo fantástico, es una construcción completa, cimentada desde dentro, demostrando que José Güich Rodríguez explora desde hace tiempo la faceta desconocida de la realidad, y que su sorprendente imaginación ha encontrado la vía de desarrollo en una laboriosa arquitectura literaria.
Las situaciones de cada uno de estos cuentos, tan diversos entre sí, comparten el factor de un momento inusitado –un futuro que se volvió pasado sin pasar por aquí– en que los planos se intercambian y se transforman, generando una sorpresa cómplice y angustiada. El suspenso es una banda elástica que mantiene sujeta la atención del lector hasta llegar a desenlaces que cierran el relato pero no la posibilidad de que eso terrible suceda fuera del libro.
Carlos Maza

Sunday, March 26, 2006

Manía. Eduardo Lores La Rosa.

Cuando la palabra se vuelve transparencia y lo vivido emerge nítido como la imagen reflejada sobre la superficie de las aguas que acaban de recuperar su quietud original, algo nos reconcilia con la vida. Un sentimiento de fraternidad nos ilumina y nos cobija: así la poesía de Eduardo Lores La Rosa.
Martha Canfield.


Sorprende y no sorprende la tercera entrega poética de este comunicador cuya lira exige con razón ser mejor valorada. Sorprende por la tenue sabiduría que exudan sus versos contenidos, por la facilidad con que plasma una idea poética en apenas unas líneas: “Tentado por la inmensa/ belleza del mal/ intento preservar la ingenuidad/ del que no acepta su reino”. No sorprende si reparamos en que el autor es filósofo, y amante fiel de la poesía. Palmas adicionales para las ilustraciones que dialogan con los poemas y la exquisita edición de una editorial nueva y con proyección.
Víctor Coral. Diario El Comercio, revista Somos, 05/11/2005.

Después de casi diez años de silencio poético, Eduardo Lores La Rosa regresa con un libro de corte lúdico. Tema recurrente en sus más de setenta páginas es el mar, la playa y el ambiente de solaz que se genera a su alrededor. Con tono nostálgico se alude a lugares que van desde la sureña playa de Bujama, el café Haití o el cañón del Colca hasta París y el bohemio distrito de Barranco.
También se encuentran en Manía algunos poemas dedicados a temas diversos como la muerte, el idioma y la literatura, pero que no explora con mayor holgura. Acompaña a la edición una serie de dibujos del propio autor que grafican varios de los versos.
Eduardo Lores La Rosa ha publicado anteriormente Asspetando (Florencia, 1978), Cuello de azafrán (Lima, 1996). Tiene en su haber varias exposiciones en galerías nacionales y del extranjero. Actualmente se desempeña como catedrático de la Facultad de Comunicaciones de la PUCP.
Giancarlo Stagnaro. Diario El Peruano, suplemento Identidades, 06/02/2006.