Thursday, March 30, 2006

El mascarón de proa. José Güich Rodríguez.


Entre las decenas de derivaciones por las que ha transitado el cuento desde que Edgard Allan Poe lo acuñará como género, no ha sido la fantástica la más frecuente entre los escritores latinoamericanos. Más comunes son las narraciones con sorpresas de la vida cotidiana, los planteamientos de filosofía profunda en forma de acertijo, el interiorismo, la historia o la psicología sobre las rodillas, que en muchos casos se sentirían mejor dentro de una novela o un ensayo. Pero lo fantástico, después de haberlo reinventado Borges, encontró su medida exacta: el cuento, estuche portátil de lo inexplicable.
El mascarón de proa, más que un acercamiento a lo fantástico, es una construcción completa, cimentada desde dentro, demostrando que José Güich Rodríguez explora desde hace tiempo la faceta desconocida de la realidad, y que su sorprendente imaginación ha encontrado la vía de desarrollo en una laboriosa arquitectura literaria.
Las situaciones de cada uno de estos cuentos, tan diversos entre sí, comparten el factor de un momento inusitado –un futuro que se volvió pasado sin pasar por aquí– en que los planos se intercambian y se transforman, generando una sorpresa cómplice y angustiada. El suspenso es una banda elástica que mantiene sujeta la atención del lector hasta llegar a desenlaces que cierran el relato pero no la posibilidad de que eso terrible suceda fuera del libro.
Carlos Maza

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