En el diario El Comercio del día 30 de noviembre, Ricardo González Vigil publica un comentario acerca de El mascarón de proa, de José Güich Rodríguez (Mesa Redonda, 2006).
Año sabático (2000) mostró las dotes de José Güich Rodríguez (Lima, 1963) para la literatura fantástica. En mérito a ello lo incluimos en nuestra antología El cuento peruano 1990-2000 (publicada el 2001).
Ahora El mascarón de proa confirma su talento fuera de lo común, y brinda ocho narraciones más admirables que las de su primer libro, en tanto sus tramas son más desarrolladas (la mayoría ostenta complejidad de escenas y tiempos que sobrepasan la brevedad del cuento en la ruta de la novela corta) y con espejeos más originales, a la vez que su prosa ha ganado en riqueza verbal y recursos narrativos, con un acabado que justifica la apreciación de la contracarátula: "su sorprendente imaginación ha encontrado la vía de desarrollo en una laboriosa arquitectura literaria".
Esa "laboriosa arquitectura" hace suya la herencia de los grandes maestros de la narrativa fantástica, comenzando por Poe y el interés romántico por los sueños y los desdoblamientos hasta la lección medular de los argentinos Borges, Bioy Casares y Cortázar. A modo de ejemplo, en el caso de Poe, señalemos el relieve concedido al debate entre la lucidez y la cordura: "estoy seguro que debió existir una frontera, una línea divisoria entre la cordura y el desvarío, una marca invisible para la cual no fui preparado" (pp. 168.169). Empero, la reelaboración más frecuente es la que hace Güich de la predilección de Borges y Bioy Casares por un tiempo que se bifurca en historias paralelas (con diferencias mínimas, pero significativas): los notables "Paisaje con hombre que corre" y "El veterano", y los angustiantes "La bailarina de La Perla" y "Zelote".
Aunque el magisterio más observable sea el de Borges (patente en las frases sentenciosas, particularmente el final de los textos), felizmente la sensibilidad de Güich es menos cerebral y libresca, con lo cual el tono de sus páginas posee matices propios, más cerca en todo caso a la libido y/o el morbo tanático de Poe, Bioy Casares y Cortázar. Las muestras más radicales e intransferibles son "Los días verdes", "Onirolalia" y "El mascarón de proa".
Añadamos que, además de narrador de talento, Güich es un crítico literario relevante. Este año, junto con los poetas Luis Fernando Chueca y Carlos López Degregori, ha plasmado un estudio imprescindible: En la comarca oscura (Lima en la poesía peruana 1950-2000).
Ricardo Gonzáles Vigil
www.elcomercioperu.com.pe/EdicionImpresa/Html/2006-11-30/ImEcLuces0624314.html
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