Monday, August 23, 2010

"Homenaje a César Calvo", por Ricardo González Vigil en "El Comercio", lunes 23 de agosto de 2010

"Homenaje a César Calvo", por Ricardo González Vigil

Hace diez años murió (digo yo, es un decir, pues sigue más vivo que nunca en sus libros) César Calvo, uno de los grandes poetas peruanos contemporáneos. Y lo valoro así porque no solo fue uno de los más dotados de la Generación del 60 (en destreza rítmica, plasticidad de las imágenes y vibración cardíaca de su sensibilidad arrebatada y arrebatadora); sino porque logró desplegar un registro creador cada vez más totalizante, pasando del lirismo íntimo e individualizado (nostalgia de la infancia, del hogar y de las amadas transeúntes, en sus primeros poemarios: Poemas bajo tierra y Ausencias y retardos), a un lenguaje cada vez más abierto a las experiencias colectivas y la dimensión histórica, enriqueciendo lo lírico con rasgos narrativos y dramáticos (giro iniciado con El último poema de Volcek Kalsaretz y El cetro de los jóvenes).
Ese proceso lo condujo, de un lado, a componer canciones de savia popular, en diálogo con las composiciones criollas y afroperuanas. Y, de otro lado, a articular un conjunto poético con un hilo conductor que es mucho más que la suma de las partes, conforme hizo al reunir su obra poética de 1960-1970 bajo el título Pedestal para nadie (editado en 1975 por el Instituto Nacional de Cultura); continuó con el tono mayor (lo que hace siglos correspondía al poema épico) del poema novelesco Las tres mitades de Ino Moxo y otros brujos de la Amazonía (1981), el texto poético de vuelo creador más grande que haya compuesto un poeta de nuestra Generación del 60. No es únicamente más orgánico que los otros proyectos mayores del 60, el Arte de navegar de Juan Ojeda y Vox horrísona de Luis Hernández; sino que deja hablar a las voces colectivas (amazónicas, andinas, afroperuanas y criollas), escucha a su “célula” en términos de Gamaliel Churata, dialoga con “todas las sangres” diría José María Arguedas.
En ese horizonte totalizante solo admite parangón, en su generación, con el gran retablo poético Rehenes del tiempo, de Walter Curonisy, cuyas partes convocan diversas tradiciones culturales de Occidente y Oriente, desde los sumerios hasta Ginsberg y los beatniks. Añadamos el excepcional registro creador de Rodolfo Hinostroza: no posee un libro de la magnitud de Ino Moxo o Rehenes del tiempo, pero el conjunto de su producción ostenta una versatilidad asombrosa de poemarios (uno de aliento considerable: Contra natura) narraciones y piezas teatrales (ahí una obra de envergadura: Apocalipsis de una noche de verano) muy diferentes entre sí, con matrices andinas y ramificaciones cosmopolitas sin frontera alguna.
En el caso de Calvo, nos entregó un peldaño más, poético-ensayístico-narrativo: Edipo entre los Inkas (2001); un cuestionamiento de la “racionalidad occidental” ubicable en la vertiente disidente de Guaman Poma y Churata.
La necesaria reedición de sus libros y la difusión de sus páginas dispersas e inéditas la ha comenzado magníficamente la editorial Mesa Redonda (a la que ya le debemos ediciones notables de otras figuras fundamentales del 60: Javier Heraud y Luis Hernández) reeditando completo, con el prólogo penetrante de Alberto Escobar, Pedestal para nadie, añadiéndole facsímiles de poemas inéditos y cartas de Calvo, un álbum fotográfico, una presentación realizada por el gran poeta Carlos Germán Belli y un nuevo prólogo a mi cargo. El motor de esta reedición y de la ceremonia de su presentación el 18 de agosto (día del fallecimiento de Calvo) en la Casona de la U. de San Marcos ha sido Germán Carnero Roqué, amigo fraterno de César, poeta intensamente sanguíneo como él.

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