Marcela Robles posee una obra poética reconocida por la crítica y el público. Luego de algunos años de silencio, nos vuelve a sorprender con High way (Mesa redonda editores, 2007), un poemario en el que la poeta, a diferencia de sus libros anteriores, asume mayores riesgos.
Correo: Tengo entendido que de cada libro te queda un poema que luego da origen al siguiente libro…
Marcela Robles: Es cierto, es una especie de señal. Pero en este caso, el poema más antiguo tiene casi nueve años y no fue precisamente ése el que dio origen al libro. En este caso simplemente fue una cosa muy anecdótica: empecé a escribir y a escribir. Hasta que me di cuenta que tenía un grupo de poemas que podía convertirse en un libro. Es decir, que tenían una estructura que iba a alguna parte. Y esa estructura era la carretera, el viaje, la reconstrucción de los hechos.
C: La carretera como una metáfora de la vida…
MR: No sé si es una metáfora de la vida en este caso, porque creo que hay una diferencia entre la metáfora de “la” vida y la metáfora de “mi” vida. Creo que como es un libro tan personal, yo diría que es más relacionado con escenificaciones, en el caso de los poemas, de pasajes de mi vida que van más allá del testimonio. Siempre la poesía se convierte en otra cosa, no es un testimonio.
C: Y a pesar de ser tan personal lograr que el lector se sienta identificado…
MR: Claro, y uno escribe para eso, uno escribe para el lector ideal, aunque sea uno, que se te acerca y te dice: “tu libro me ha emocionado. El día de la presentación se me acercó una chica y me dijo algo que me dejó conmocionada. Me dijo: yo estaba de viaje, deprimida, sola, y se me ocurrió abrir tu libro y me cambió el estado de ánimo y me hizo sentir tan bien, porque me sentí identificada con lo que me decías”. Sintió que yo le estaba hablando a ella. Me pareció pajísima.
C: ¿Cómo es tu proceso creativo?
MR: Esquizofrénico… (risas). Creo profundamente en la inspiración, que creo es una bruja ladina y sabia que se aparece y se larga cuando se le da la gana, y te deja plantada. Pero sí creo que debe aparecer al menos para que yo pueda escribir. No puedo sentarme a escribir un poema sin sentir por lo menos que anda suelta la inspiración o algo que se le parezca. A partir de allí puedo sentarme y escribir aunque sea una palabra o un verso y seguir, y chapucear con las palabras hasta que vaya apareciendo algo o finalmente decidir tirarlo al cesto de la basura.
C: ¿Escribes a mano?
MR: Antes escribía mucho a mano. Después pasé a la computadora y no podía escribir nada si no era en la computadora. Ahora he vuelto a mi block y escribo a mano y con tinta líquida. Y mucho con lápiz. He vuelto al block escolar y a mi lápiz.
C: ¿Cuánto queda de aquella primera versión del poema? ¿Eres obsesiva de la corrección?
MR: Hay pequeños milagros que son poco frecuentes en que escribes el poema de un tirón. Y queda, digamos, casi perfecto, casi listo; y se hacen sólo pequeñas correcciones. Generalmente, como dijo muy bien Lucho la Hoz en la presentación, soy una tenaz trabajadora de la palabra. No tanto por buscar la perfección, porque creo que un poema demasiado pulido y trabajado pierde brillo. No me importa que el poema sea formalmente imperfecto, pero sí me importa lograr que diga lo que yo quiero decir. En ese sentido siempre estoy tratando de buscar una mejor palabra para que sea “la” palabra que debe estar en el poema. Por eso a veces del poema original no queda más que un verso.
C: ¿Cómo ubicarías este libro dentro de tu corpus poético?
MR: Estoy muy orgullosa de mi libro. Primero, porque he trabajado mucho, poéticamente, profesionalmente hablando. Y lo veo ahora aquí publicado en las librerías. No puedo ser objetiva, no puedo separarme de mi libro todavía, pero en mi visión, he logrado hacer ciertas innovaciones respecto de mis libros anteriores. Creo que es un libro más seguro de sí mismo. Creo que aquí no he tenido miedo de quizás romper algunas reglas en cuanto a la sintaxis, en cuanto a la falta de puntuación y arriesgarme un poco en ese sentido.
C: ¿Cómo ves la poesía última?
MR: He leído especialmente poesía escrita por poetas mujeres últimas, jóvenes, muy talentosas, como Andrea Cabel y Victoria Guerrero. Justamente me preguntaban el otro día en una entrevista: “¿Tú crees que deberían olvidarse ya algunos temas las poetas de la nueva generación y pasar a otros temas? Y yo lo que respondí es que sería muy tonto de mi parte decir eso, porque en realidad todos los temas ya fueron dichos. Y la cuestión es reinventar el lenguaje, romper todas las reglas y volver a inventarlas. Es encontrar nuevas formas de decir todo lo que ya se dijo. Y decir lo propio. Me alegra mucho que haya esta nueva generación de poetas talentosas que digan lo que les de la gana. Y espero que lo sigan diciendo tan bien como hasta ahora.
No comments:
Post a Comment